LEGUSTASAUNACHICA
TERCERA PARTE: MIENTRAS CAE LA LLUVIA
TERCERA PARTE: MIENTRAS CAE LA LLUVIA
Gracias a lo
que he vivido en mi pasado, lo que he estudiado en mi carrera y las personas
con las que he trabajo, discapacitados, enfermos, indigentes, personas mayores…
he aprendido que sentimientos y penas son estúpidos llorarlos, llorar está
bien, pienso que hay que sacarlo todo, pero no hay que hundirse, de todo se
aprende, de todo se saca algo y todo tiene su porqué, aunque duela, quédate con
lo bello
La hermosa
mujer de la uni se ha ido, se fue de viaje, creo que fue a encontrarse a sí
misma, no puedo verle… y cuando vuelva seguiré estando ahí, a su lado
Ya han pasado ocho meses desde nuestro
primer café y no me ha besado pero quiero creer que ella lo ha imaginado igual
que yo, con eso me basta. Sé que ha estado en brazos de otra, que ha entregado
su alma y su ser
Ahora recuerdo
el día en que le invité a ver un concierto de piano y violonchelo… Me probé
cinco modelos diferentes y me hice seis peinados, me perfilé los ojos siete
veces y me miré al espejo una vez… me quede quieta delante de él y me pregunté…
¿porqué lo estás haciendo? No pude responderme, solo imaginaba su mirada, su
rostro, su pelo… Quería llegar a ella, quería entrar en su ser pero esta vez de
manera diferente
Salí del
metro, yo llevaba una camisa sin cuello de color azul, de esas que van caídas
dejando los hombros descubiertos, unos leggins negros y una coleta mal hecha…
Nada más salir ahí estaba ella, radiante y hermosa como siempre, me paralicé
por unos segundos y me deleité observándola… estaba tan guapa… esta vez se
había soltado el pelo por primera vez, es largo y rubio, con volumen, llevaba
la ralla de abajo de los ojos, una camisa blanca con la que podía imaginar mil
cosas… y un tejano ajustado negro, estaba preciosa… Sus labios dibujaron una
hermosa sonrisa y los míos se contagiaron
Me costaba
hablar con ella, mis palabras siempre se quedaban atrapadas y rompía los
silencios con frases que no dicen nada… llegamos al centro cívico y habían diez
abuelos que nos miraron nada más entrar, ella comenzó a reirse… “¿vamos a la
barra del bar?” no pude evitar contagiarme de ella y comenzar desvariar juntas
en las bromas… quería algo bonito para ella, algo más profundo, algo romántico…
Entramos en la
sala y se hace el silencio, aparecen los artistas en escena y quedamos
impresionadas con la primera melodía, el concierto iba siguiendo con interesantes
explicaciones de lo que tocaban… yo me dejaba llevar por el momento… el
violonchelo sonaba con fuerza, entraba en el alma… ella estaba sentada a mi
derecha… quería mirarle, quería ver su rostro disfrutando de algo tan simple y
hermoso… necesitaba saber si había conseguido entrar un poquito en ella aunque
fuera en forma de nota… pero no podía girarme, el miedo me paralizaba,
intentaba acercar la silla con la excusa de que no veía pero igualmente seguía
sintiéndole lejos, solo de vez en cuando le miraba, encontrándome con su mirada
y su sonrisa
Me hubiese
gustado cogerle de la mano, agarrarla con fuerza y que no hicieran falta las
palabras… que la música hablase por si sola, estaba a mi lado y no podía
tocarle, apenas podía mirarle, los nervios se apoderaban de mí, ¡quiero
tenerle! Me desesperaba…
Llego el
momento en el que ella tenía que irse a trabajar y aunque estaba sonando la
canción que más me gustaba ni lo pensé, me levante y fui a la puerta junto a
ella, yo salí y ella se quedo dentro… No sabía que estaba haciendo y no podía
entrar… después de unos minutos salió como si nada con un gran sonrisa y no me
dijo nada… fuimos caminando hasta el metro y comenzó a abrirse a mí, me contó
sus inquietudes, lo que le gustaba, lo que quería hacer en el futuro… ya no
solo era bella, sino que también era una mujer inteligente, divertida con las
cosas muy claras y aun me gustaba más
Tuve que
dejarle, y me fui a casa con una estúpida sonrisa, daba igual que no hubiera
pasado nada… le di un poquito de mí y ello quiso recibirlo, no hace falta tocar
ni decir para poder transmitir cosas que hay dentro de ti, la música ya habló
por si sola… Jamás olvidaré ese momento tan maravilloso en el que el sonido de
un piano con un violonchelo crean magia en una pequeña habitación
entremezclándose con la belleza de una hermosa mujer que te acompaña a tu lado,
que mira, sonríe y siente
Cuando llegué
a casa recibí un wassap, un trozo de aquella canción que no pude escuchar pero
que ella descubrió que era mi preferida… ese detalle me encantó, se quedó
dentro para grabarlo… y me tumbe en la cama, dibujando mil imágenes románticas
en mi cama mientras escuchaba esa melodía
Durante estos
ochos meses, aprendí a conocerle, ella me contaba todo lo que sentía, pensaba,
vivía y aunque yo le amase por dentro, decidí olvidarme de mí… Sé que me
necesitaba, que me veía de otra manera, no importaba si había atracción entre
las dos, se estaba forjando algo más profundo. Al igual que ella empecé a
abrirme, hablábamos de todo y por momentos me convertí en su confidente y
consejera, siempre lo hice pensando en su bien… no podía verle solo como la
musa de mis sueños, estaba pasando algo más… se estaba convirtiendo en mi amiga
La culpa
dentro de mí cada vez se hacía más grande, quería frenar mis sentimientos por
ella, quería ser su amiga sincera sin ningún interés de por medio… con el
tiempo aprendí que puedes hacerlo… empecé a quererle, ya no me importaba que
cosas me contase y me dolieran, solo quería su bien, una persona tan grande
merecía eso y mucho más de mí
Hoy en día,
ocho meses después, es mi amiga, y cada vez que le vea no podré evitar que la
pequeña loca que hay dentro de mí de algún saltito de alegría porque ella
despertó algo precioso en mí… Ella sin querer aumentó mis ganas de soñar, mis
ganas de querer y hoy, ahora, mientras veo la lluvia caer me alegro de que
fuera ella la primera musa de mis escritos y de todos los hermosos sueños.
Ahora mismo
solo deseo que siga sonriendo y sea feliz, que se encuentre a sí misma y que
cuando vuelva me de un abrazo y sepa que siempre estaré ahí.
Gracias por haber movido todo esto en mí, porque sin
saberlo, me hiciste volver a sentir
Luisa Enjuanes
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